Momento de Iluminación: (Imitación de Cristo, libro III, cap. 10)
Que no tiene el hombre de sí bien
alguno ni cosa de qué alabarse
El Alma.- 1. Señor, "¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo del
hombre para que le visites?" (Sal 8,5).
¿Qué ha
merecido el hombre para que le dieses tu gracia?
Señor,
¿de qué me puedo quejar si me desamparas? ¿O cómo justamente podré contender
contigo si no hicieres lo que pido?
Por
cierto, una cosa puedo yo pensar y decir con verdad: Nada soy, Señor, nada
puedo, nada bueno tengo de mí; mas en todo estoy falto y camino siempre a la
nada.
Y si ni
soy ayudado e instruido interiormente por ti, me vuelvo enteramente tibio y
disipado.
2.
"Mas tú, Señor, eres siempre el mismo" (Sal 101,27), y permaneces
eternamente, siempre bueno, justo y santo, haciendo todas las cosas bien, justa
y santamente, y ordenándolas con sabiduría. Pero yo, que soy más inclinado a
caer que aprovechar, no persevero siempre en un estado, y me mudo siete veces
cada día.
Mas
luego me va mejor cuando te dignas alargarme tu mano auxiliadora porque tú
solo, sin humano favor, me puedes socorrer y fortalecer, de manera que no se
mude más mi semblante, sino que a ti solo se convierta y en ti descanse mi corazón.
3. Por
lo cual, si yo supiese bien desechar toda consolación humana, ya sea para
alcanzar devoción, ya por la necesidad que tengo de buscarte, pues no hay
hombre que me consuele, entonces con razón podría yo esperar en tu gracia y
alegrarme con el don de la nueva consolación.
4.
Gracias sean dadas a ti, de quien viene todo, siempre que me sucede algún bien.
Porque
delante de ti yo soy vanidad y nada, hombre mudable y flaco.
¿De
dónde, pues, me puedo gloriar o por qué deseo ser estimado?
¿Por
ventura de la nada? Pero esto es vanísimo.
Verdaderamente,
la vanagloria es una mala pestilencia y grandísima vanidad, porque nos aparta
de la verdadera gloria y nos despoja de la gracia celestial.
Porque
contentándose un hombre a sí mismo, te descontenta a ti; cuando desea las
alabanzas humanas, es privado de las virtudes verdaderas.
5. La
verdadera gloria y alegría santa consiste en gloriarse en ti y no en sí;
gozarse en tu nombre y no en la propia virtud, ni deleitarse en criatura alguna
sino por ti.
Sea alabado
tu nombre, no el mío; engrandecidas sean tus obras, no las mías; bendito sea tu
santo nombre, y no me sea atribuida parte alguna de las alabanzas de los
hombres.
"Tú
eres mi gloria" (Sal 3,3); tú, la alegría de mi corazón.
En ti
me gloriaré y gozaré todos los días; "mas de mi parte no hay de qué, sino
de mis flaquezas" (2Cor 12,5).
Busquen
los judíos la gloria que se dan unos a otros; yo buscaré la gloria que viene
solamente de Dios (Jn 5,44; 8,50).
Porque
toda la gloria humana, toda la honra temporal, toda la alteza del mundo,
comparada con tu eterna gloria, es vanidad y necedad.
¡Oh
verdad mía y misericordia mía, Dios mío, Trinidad bienaventurada; a ti solo sea
alabanza, honra, virtud y gloria para siempre jamás!
Momento de Reflexión: En despreciando
el mundo, es dulce cosa servir a Dios
Otra vez hablaré, Señor, ahora, y no
callaré. Diré en los oídos de mi Dios, mi Señor y mi Rey, que está en el cielo:
¡Oh Señor, cuán grande es la abundancia
de tu dulzura, que escondiste para los que te temen! Pero, ¿qué eres para los
que te aman, y qué para los que te sirven de todo corazón?
Verdaderamente es inefable la dulzura
de tu contemplación, la cual das a los que te aman.
En esto me has mostrado singularmente
tu dulce caridad, en que cuando yo no existía me criaste, y cuan-do erraba
lejos de Ti, me convertiste para que te sirviese, y me mandaste que te amase.
¡Oh fuente de amor perenne! ¿Qué diré
de Ti? ¿Cómo podré olvidarme de Ti, que te dignaste acordarte de mí aun después
que yo me perdí y perecí?
Usaste de misericordia con tu siervo
sobre toda esperanza, y sobre todo merecimiento me diste tu gracia y amistad.
¿Qué te volveré yo por esta gracia?
Porque no se concede a todos que, dejadas todas las cosas, renuncien al mundo y
escojan vida retirada.
¿Por ventura es gran cosa que yo te
sirva, cuando toda criatura está obligada a servirte?
No me debe parecer mucho servirte, sino
más bien me parece grande y maravilloso que Tú te dignaste recibir por siervo a
un tan pobre e indigno y unirle con tus amados siervos.
Tuyas son, pues, todas las cosas que
tengo y con que te sirvo.
Pero, por el contrario, Tú me sirves
más a mí que yo a Ti.
El cielo y la tierra que Tú criaste
para el servicio del hombre, están prontos, y hacen cada día todo lo que les
has mandado; y esto es poco, pues aun has destinado los ángeles para servicio
del hombre.
Mas a todas estas cosas excede el que
Tú mismo te dignaste servir al hombre, y le prometiste que te darías a Ti
mismo.
¿Qué te daré yo por tantos millares de
beneficios? ¡Oh! ¡Si pudiese yo servirte todos los días de mi vida!
¡Oh! ¡Si pudiese solamente, siquiera un
solo día, hacerte algún digno servicio!
Verdaderamente Tú solo eres digno de
todo servicio, de toda honra y de alabanza eterna.
Verdaderamente
Tú solo eres mi Señor, y yo soy un pobre siervo tuyo, que estoy obligado a
servirte con todas mis fuerzas, y nunca debo cansarme de alabarte.
Así lo quiero, así lo deseo; y lo que
me falta, ruégote que Tú lo suplas.
Grande honra y gran gloria es servirte,
y despreciar todas las cosas por Ti.
Por cierto, grande gracia tendrán los
que de toda voluntad se sujetaren a tu santísimo servicio.
Hallarán la suavísima consolación del
Espíritu Santo los que por amor tuyo despreciaron todo deleite carnal. (Imitación
de Cristo, libro III, cap. 10)
Momento de Confrontación:
Pregúntate
¿Qué tan
cerca estas de Dios?
¿Cuán
limpio y puro esta mi corazón? Tener el corazón puro es muy importante para
poder estar cerca de Dios aquí en la tierra y después estar con El en el cielo;
también para conocerlo con la Luz que nos da a través de la Fe.
Desde el
día 1º hasta el día 12º practica la virtud de: Pureza de Corazón
Realizar
las oraciones de todos los días dispuestas para esta primera fase
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