NOVENO DÍA
1. Oración Inicial:
2. Meditación del Día: Juan Pablo II:
"La libertad es el fundamento de la paz mundial"
Juan
Pablo II invitó «a todos los hombres y mujeres de buena voluntad» para que
reflexionen sobre la situación del mundo y la gran causa de la paz en un
mensaje publicado ayer con ocasión de la 14ª Jornada Mundial de la Paz, el 1 de
enero de 1981.Este mensaje, titulado Para servir a la paz, respeto a la
libertad, está centrado sobre la libertad «a la vez raíz y fruto de la paz».
«La
paz debe realizarse con la verdad, construirse sobre lajusticia y se debe hacer
sobre la libertad», señala el Papa. Insiste, además, en el hecho de que hay
actualmente situaciones contrarias a este punto entre las naciones, en el
interior de las naciones y en el terreno social.
«La
libertad está dañada cuando las relaciones entre los pueblos se fundan en la
falta de respeto a la dignidad de cada cual, y en el derecho del más fuerte, en
la actitud de los bloques dominadores y en los imperialismos militares y
políticos», escribe el Pontífice. «La libertad está dañada cuando las pequeñas
naciones son obligadas a alinearse con las grandes para poder asegurarse su
derecho a la existencia o a su supervivencia. La libertad está dañada cuando el
diálogo como iguales entre las partes no es posible por razones de dominación
económica o financiera ejercida por naciones privilegiadas o fuertes».
El
Papa enumera también las situaciones en el interior de las naciones «donde el
bien común se confunde con los intereses de un único partido que se identifica
con el Estado», donde la seguridad nacional se erige en una norma única y
suprema en las relaciones entre4 autoridad y los ciudadanos. No se puede
ignorar, añade, «el problema de la represión sistemática o selectiva,
acompañada de asesinatos y torturas, desapariciones y exilios, de lo cual son
víctimas las personas, comprendidos los obispos, sacerdotes, religiosas y
laicos cristianos, comprometidos en el servicio al prójimo».
En
el terreno social, añade Juan Pablo II, la libertad se reduce para aquellos
hombres «a quienes no se garantiza un empleo honesto y remunerado». También se
reduce «en una sociedad que tiene como dogma el crecimiento material
indefinido, por la carrera hacia el futuro o la carrera de armamentos. La
crisis actual, que alcanza a todas las sociedades, puede provocar, si no se
confronta a postulados para un nuevo orden, un retroceso aún mayor del espacio
de libertad, de la que tiene necesidad la paz para emerger y florecer».
El
Papa añade que el analfabetismo constituye una especie de esclavitud diaria en
una sociedad que apoya la cultura.
Juan
Pablo II constata, sin embargo, esfuerzos importantes de algunos «Jefes de
Estado o de Gobierno, hombre políticos, funcionarios internacionales y
responsables civiles que se esfuerzan por hacer accesibles todas las libertades
solemnemente proclamadas».
Para
el Papa, la libertad del hombre encuentra su fundamento en su dignidad, dada por
Dios. «Ser libre», precisa, «es poder y querer elegir, es vivir según la propia
conciencia». Y afirma que la libertad religiosa es la base de otras libertades.
El Estado debe «no sólo reconocer las libertades fundamentales de las personas,
sino protegerlas y promoverlas». Añade, incluso, que «una sociedad construida
sobre una base puramente materialista niega al hombre su libertad cuando somete
las libertades individuales a la dominación económica».
Noveno día: ¡El futuro de la humanidad se
fragua en la familia! (Familiaris
Consortio
86)
Por
consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se
esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia.
A
este respecto, siento el deber de pedir un empeño particular a los hijos de la
Iglesia. Ellos, que mediante la fe conocen plenamente el designio maravilloso
de Dios, tienen una razón de más para tomar con todo interés la realidad de la
familia en este tiempo de prueba y de gracia.
Deben
amar de manera particular a la familia. Se trata de una consigna concreta y
exigente.
Amar
a la familia significa saber estimar sus valores y posibilidades,
promoviéndolos siempre. Amar a la familia significa individuar los peligros y
males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la familia significa
esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo. Finalmente, una
forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy, con frecuencia
tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades crecientes, razones
de confianza en sí misma, en las propias riquezas de naturaleza y gracia, en la
misión que Dios le ha confiado: «Es necesario
que las familias de nuestro tiempo vuelvan a remontarse más alto. Es necesario
que sigan a Cristo».
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