QUINTO DÍA
En
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
1. Oración Inicial:
2. Meditación del Día: Mensaje de su
Santidad Juan Pablo II para la celebración de la XXVII Jornada Mundial de la
Paz - 1 de enero de 1994 - De La Familia Nace La Paz De La Familia Humana
1.
El mundo anhela la paz, tiene urgente necesidad de paz. Y sin embargo, guerras,
conflictos, violencia en aumento, situaciones de inestabilidad social y de
pobreza endémica continúan cosechando víctimas inocentes y generando divisiones
entre los individuos y los pueblos. ¡La paz parece, a veces, una meta
verdaderamente inalcanzable! En un clima gélido a causa de la indiferencia y
envenenado a veces por el odio, ¿cómo esperar que venga una era de paz, que
sólo los sentimientos de solidaridad y amor pueden hacer posible?
No
obstante, no debemos resignarnos. Sabemos que, a pesar de todo, la paz es
posible porque está inscrita en el proyecto divino originario.
Dios
quiere que la humanidad viva en armonía y paz, cuyo fundamento está en la
naturaleza misma del ser humano, creado "a su imagen". Esta imagen
divina se realiza no solamente en el individuo, sino también en aquella
singular comunión de personas que se establece entre un hombre y una mujer,
unidos hasta tal punto en el amor, que vienen a ser "una sola carne"
(Gén 2,24). En efecto, está escrito: "A imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó" (Ibíd. 1,27). A esta específica comunidad de personas el
Señor ha confiado la misión de dar la vida y cuidarla, formando una familia y
contribuyendo así de modo decisivo a la tarea de administrar la creación y de
proveer al futuro mismo de la humanidad.
La
armonía inicial fue rota por el pecado, pero el plan originario de Dios
continúa vigente. La familia sigue siendo, por ello, el verdadero fundamento de
la sociedad (Gaudium et spes, 52) y constituye —como se afirma en la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre— "el núcleo natural y
fundamental"(Artículo 16, 3).
La
contribución que ella puede ofrecer también para la salvaguardia y promoción de
la paz es de tal manera determinante, que deseo aprovechar la ocasión que me
ofrece el Año Internacional de la Familia para dedicar este Mensaje, en la
Jornada Mundial de la Paz, a reflexionar sobre la estrecha relación que existe
entre la familia y la paz. Hago votos para que dicho Año constituya para
cuantos desean contribuir a la búsqueda de la verdadera paz —Iglesias,
Organismos religiosos, Asociaciones, Gobiernos, Instancias internacionales— una
ocasión propicia para estudiar juntos cómo ayudar a la familia a fin de que
realice en plenitud su función insustituible de constructora de paz.
·
La familia:
comunidad de vida y de amor.
·
La familia:
víctima de la ausencia de paz
·
La familia:
protagonista de la paz.
·
La familia al
servicio de la paz.
Familia,
¡vive de manera concorde y plena tu misión!
Y,
finalmente, ¿cómo olvidar a tantas personas que, por varios motivos, se sienten
sin familia? A ellas quiero decir que tienen también una familia: La Iglesia es
casa y familia para todos (Cf. Familiaris consortio, 85). La misma Iglesia abre
de par en par las puertas y acoge a cuantos están solos o abandonados; en ellos
ve a los hijos predilectos de Dios, cualquiera que sea su edad, cualesquiera
que sean sus aspiraciones, dificultades y esperanzas.
¡Que
la familia pueda vivir en paz, de tal manera que de ella brote la paz para toda
la familia humana!
Esta
es la súplica que por intercesión de María, Madre de Cristo y de la Iglesia,
elevo a Aquel "de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la
tierra" (Ef 3,15), en el alba del Año Internacional del Familia.
Quinto día: La familia, célula primera y
vital de la sociedad (Familiaris
Consortio 42).
«El
Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de
la sociedad humana»; la familia es por ello la «célula primera y vital de la
sociedad». La familia posee vínculos vitales y orgánicos con la sociedad,
porque constituye su fundamento y alimento continuo mediante su función de
servicio a la vida. En efecto, de la familia nacen los ciudadanos, y éstos
encuentran en ella la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el
alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma.
Así
la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí
misma, se abre a las demás familias y a la sociedad, asumiendo su función social.
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