“Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en día sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hechos 1:12-14)
Durante 7 días hemos intentado aprender a decir sí: abandonarse, comprometerse, agradecer, cumplir los síes, responder al llamado, y sobre todo mantener la esperanza... ¡Todo un programa! Pero ¿estoy a la altura? Nos desanimamos fácilmente: los objetivos que nos hemos fijado nos parecen inalcanzables y estamos confrontados rápidamente con nuestros límites. Concretamente, ¿cómo encontrar la fuerza para pronunciar sí? ¡La respuesta rara vez cae del Cielo!
Con María
Y sin embargo esta vez Ella puede venir del Cielo… en forma de una paloma. En el día de Pentecostés, María invoca al Espíritu Santo para que los ilumine, a ella y a los Apóstoles. Y Dios envía su Espíritu de manera muy visible, con la forma de lenguas de fuego. Pero recordemos que cada vez que la Virgen María pronunció su sí, tenía la fuerza del Espíritu Santo. “La fe de María “atrae”, por así decirlo, el don del Espíritu Santo”
- Benedicto XVI. Sola, ¿hubiera tenido la Virgen María la fuerza de decir sí al mensajero de Dios el día de la Anunciación? María no contó con su propia fuerza para cumplir sus síes: se dejó guiar por el Espíritu. Si nos sentimos desanimados en nuestros síes, ¿no es porque confiamos sólo en nosotros mismos? Aprendamos de María la simplicidad de ser guiado por Otro. ¡El secreto de un sí firme y confiado es saber que nuestra verdadera fuerza no está en nosotros sino en Dios! “María es la Madre del crucificado resucitado: permanece al lado de nuestras cruces y nos acompaña en el camino hacia la resurrección y la vida plena”.
– Papa Francisco - Vaticano, Dic. 6, 2013. El Espíritu Santo desciende sobre María y todos los que están presentes, y los colma de sus dones. Como decía San Juan Pablo II, “la oración de María reviste un significado particular: favorece el advenimiento del Espíritu solicitando su acción en el corazón de los discípulos y en el mundo”. Los apóstoles en el Cenáculo se sentían solos e indefensos frente a la misión que el Señor les había encomendado: la oración de María abrió sus corazones. Entonces, supieron cómo invitar a todos los pueblos a seguir a Cristo. Nosotros también, ¡confiemos en María y entreguémosle nuestros síes! Pidámosle la gracia de familiarizarnos con el Espíritu Santo, y de estar abiertos a sus dones.
Oración:
¡Que María nos ayude a estar atentos a lo que el Señor nos pide, y a vivir y caminar siempre según el Espíritu Santo! – Papa Francisco
PERSONAJE DEL DÍA
Madre
Mazarrello
Don
Bosco y Madre Mazzarello, no se apartaban de su vida ordinaria para encontrar
al Señor. Para ellos vivir en la presencia del
Señor no suponía escaparse de la vida cotidiana. Amaban la vida: la propia y la
de los jóvenes. Por eso eran capaces de acoger toda la realidad juvenil
buscando con pasión la salvación total de los jóvenes, convencidos de que Dios
está presente también en el corazón de aquéllos que están más hundidos en el
mal.
En Valdocco y en Mornese no existía tensión entre el
trabajo y la oración, entre Dios y la humanidad, entre el diálogo de tú a tú con
Dios, en la oración y la conciencia de experimentarlo presente en la vida. Ellos
estaban convencidos de que era posible encontrar a Dios no sólo en la Iglesia,
durante la oración, sino también en el ritmo del trabajo y de la vida
ordinaria, en el taller, en el aula y en el patio.
“El ‘Dios te ve’
que estaba escrito en los pasillos de Valdocco y el ‘cada puntada de aguja sea un acto de amor a Dios’, que resonaba en
salón de costura de Mornese, eran el lenguaje con que Don Bosco y Madre
Mazzarello expresaban su convicción.”
La
verdadera piedad, nos enseña María Mazzarello, “consiste en el cumplir todos
nuestros deberes en su tiempo y lugar y sólo por amor de Dios”.
ORACIÓN DE LA COMUNIDAD
«Yo hago nuevas todas las cosas» Papa Francisco
Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan el Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del Señor. Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. ¡Amén! ¡Aleluya!
Dado en Roma, junto a San Pedro, en la clausura del Año de la fe, el 24 de noviembre del 2013, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo Papa Francisco
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