sábado, 8 de septiembre de 2018

DIA DE LA CONSAGRACION - CÓMO HACER LA CONSAGRACIÓN


Al fin de las tres semanas se confesará y comulgará con la intención de entregarse a Jesucristo en calidad de esclavo de amor, por medio de María, y después de la comunión recitará la fórmula de consagración, que con-vendrá escribirla o hacerla escribir, si no está impresa, y firmar el mismo día que la haga.
Bueno será que en ese día se pague algún tributo a Jesucristo y a la Virgen, ya por vía de penitencia de la infidelidad a los votos del bautismo, ya para protestar de la completa dependencia del dominio de Jesús y de María.
Este tributo será según la devoción y la capacidad de cada cual, como un ayuno, una mortificación, una limosna; aun cuando no se diera más que un alfiler, es bastante para Jesús, que sólo atiende a la buena voluntad. Todos los años, el mismo día, se renovará la misma consagración, observando es-tas prácticas durante tres semanas.

CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO  A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA ENCARNADA, POR MEDIO DE MARÍA

¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre virgen! Te adoro profundamente en el seno y en los esplendores de nuestro Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, nuestra dignísima Madre, en el tiempo de nuestra Encarnación.

Te doy gracias porque te has anonadado y tomado la forma de esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.

Te alabo y glorifico porque te has sometido a María, nuestra Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por Ella tu fiel esclavo. Pero ¡ay! ingrato e infiel como soy, no he cumplido mis deberes, no he cumplido los votos y promesas que tan solemnemente hice en el bautismo, no he merecido ser llamado tu hijo ni tu esclavo; y como nada hay en mí que no merezca tu repulsa y tu cólera, no me atrevo a acercarme por mí mismo a tu Santísima y Augusta Majestad.

Por esto he recurrido a la intercesión de nuestra Santísima Madre, que Tu me has dado como mediadora ante Ti, y por este medio espero obtener de Ti la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.

Te saludo, ¡oh María del Monte Carmelo!, tabernáculo viviente de la Divinidad, en donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por los ángeles y los hombres; te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido todo lo que hay debajo de Dios. Te saludo, ¡Oh refugio seguro de los pecadores!, cuya misericordia no falta a nadie; escucha los deseos que tengo de la divina Sabiduría y recibe para ello los votos y las ofrendas que mi bajeza te presenta.



Yo, N………………………...., pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en tus manos los votos de mi bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus seducciones y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz tras Él, todos los días de mi vida; ya fin de que sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, te escojo hoy, ¡oh, María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora. Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, otorgándote entero y pleno derecho de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a tu agrado, a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y la eternidad.

Recibe, ¡oh virgen benignísima!, esta pequeña ofrenda de mi esclavitud, en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría encarnada quiso observar para con tu Maternidad, en homenaje del poder que ambos tienes sobre este pequeño y miserable pecador, en acción de gracias por los privilegios con que te dotó la Santísima Trinidad. Protesto que en adelante quiero, como verdadero esclavo tuyo, procurar tu honra y obedecerte en todo.

¡Oh Madre admirable! Preséntame a tu Hijo en calidad de eterno esclavo, a fin de que, pues me rescató por Ti, me reciba de vuestras manos.

¡Oh Madre de misericordia!, concédeme la gracia de alcanzar la verdadera sabiduría de Dios, y de colocarme, por tanto, entre los que te aman, enseñas, guías, alimentas y proteges como a tus hijos y esclavos.

¡Oh Virgen fiel! Hazme en todo tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, tu Hijo, que por tu intercesión llegue, a imitación tuya, a la plenitud de la perfección sobre la tierra y de gloria en los cielos.

Amén.

Manto de María... Cúbrenos con tu manto y llévanos a Jesús

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