Al fin de las tres semanas se confesará y comulgará con la
intención de entregarse a Jesucristo en calidad de esclavo de amor, por medio
de María, y después de la comunión recitará la fórmula de consagración, que
con-vendrá escribirla o hacerla escribir, si no está impresa, y firmar el mismo
día que la haga.
Bueno será que en ese día se pague algún tributo a Jesucristo
y a la Virgen, ya por vía de penitencia de la infidelidad a los votos del
bautismo, ya para protestar de la completa dependencia del dominio de Jesús y
de María.
Este tributo será según la devoción y la capacidad de cada
cual, como un ayuno, una mortificación, una limosna; aun cuando no se diera más
que un alfiler, es bastante para Jesús, que sólo atiende a la buena voluntad.
Todos los años, el mismo día, se renovará la misma consagración, observando
es-tas prácticas durante tres semanas.
CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA ENCARNADA, POR
MEDIO DE MARÍA
¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable
Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de
María, siempre virgen! Te adoro profundamente en el seno y en los esplendores
de nuestro Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, nuestra
dignísima Madre, en el tiempo de nuestra Encarnación.
Te doy gracias porque te has anonadado y tomado la forma de
esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.
Te alabo y glorifico porque te has sometido a María, nuestra
Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por Ella tu fiel esclavo. Pero ¡ay!
ingrato e infiel como soy, no he cumplido mis deberes, no he cumplido los votos
y promesas que tan solemnemente hice en el bautismo, no he merecido ser llamado
tu hijo ni tu esclavo; y como nada hay en mí que no merezca tu repulsa y tu
cólera, no me atrevo a acercarme por mí mismo a tu Santísima y Augusta
Majestad.
Por esto he recurrido a la intercesión de nuestra Santísima
Madre, que Tu me has dado como mediadora ante Ti, y por este medio espero
obtener de Ti la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la
conservación de la Sabiduría.
Te saludo, ¡oh María del Monte Carmelo!, tabernáculo viviente
de la Divinidad, en donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por
los ángeles y los hombres; te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a
cuyo imperio está sometido todo lo que hay debajo de Dios. Te saludo, ¡Oh
refugio seguro de los pecadores!, cuya misericordia no falta a nadie; escucha
los deseos que tengo de la divina Sabiduría y recibe para ello los votos y las
ofrendas que mi bajeza te presenta.
Yo, N………………………...., pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en
tus manos los votos de mi bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus
seducciones y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, Sabiduría
encarnada, para llevar mi cruz tras Él, todos los días de mi vida; ya fin de
que sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, te escojo hoy, ¡oh, María!, en
presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora. Te entrego y
consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y
exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras,
otorgándote entero y pleno derecho de mí y de todo lo que me pertenece, sin
excepción, a tu agrado, a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y la eternidad.
Recibe, ¡oh virgen benignísima!, esta pequeña ofrenda de mi
esclavitud, en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría encarnada quiso
observar para con tu Maternidad, en homenaje del poder que ambos tienes sobre
este pequeño y miserable pecador, en acción de gracias por los privilegios con
que te dotó la Santísima Trinidad. Protesto que en adelante quiero, como
verdadero esclavo tuyo, procurar tu honra y obedecerte en todo.
¡Oh Madre admirable! Preséntame a tu Hijo en calidad de
eterno esclavo, a fin de que, pues me rescató por Ti, me reciba de vuestras
manos.
¡Oh Madre de misericordia!, concédeme la gracia de alcanzar
la verdadera sabiduría de Dios, y de colocarme, por tanto, entre los que te
aman, enseñas, guías, alimentas y proteges como a tus hijos y esclavos.
¡Oh Virgen fiel! Hazme en todo tan perfecto discípulo,
imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, tu Hijo, que por tu
intercesión llegue, a imitación tuya, a la plenitud de la perfección sobre la
tierra y de gloria en los cielos.
Amén.
Manto de María... Cúbrenos con tu manto y
llévanos a Jesús
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