NOVENA
EN HONOR A VIRGEN DEL VALLE
Tema:
La espiritualidad de los discípulos misioneros
Lema:
Discípulos Misioneros como María.
OCTAVO DÍA DE LA NOVENA
La
espiritualidad cristiana como cumplimiento de la voluntad del Padre “No son los
que me dicen: Señor, Señor…”
Guía: Hermanos nos disponemos al rezo de la Novena en honor
de la Pura y Limpia Concepción del Valle. Nos ponemos de pie y comenzamos con
el canto de entrada.
Canto Inicial
Lectura Bíblica.-
Evangelio de Mateo (7, 21. 24-27)
Jesús dijo a sus discípulos: No son los que me
dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos,
sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el
que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede
compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las
lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la
casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras
y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa
sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los
vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande.
Reflexión.-
Vocación Universal a la santidad.
El divino Maestro y Modelo de toda
perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos,
cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es
iniciador y consumador: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto. Envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva
interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la
mente y con todas las fuerzas y a amarse mutuamente como Cristo les amó.
Los seguidores de Cristo, llamados
por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos
y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento
de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por
lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de
Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron. El
Apóstol les amonesta a vivir «como conviene a los santos» y que como «elegidos
de Dios, santos y amados, se revistan de entrañas de misericordia, benignidad,
humildad, modestia, paciencia» y
produzcan los frutos del Espíritu para la santificación.
Pero como todos caemos en muchas faltas, continuamente
necesitamos la misericordia de Dios y todos los días debemos orar: «Perdónanos
nuestras deudas».
Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de
cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana
y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más
humano incluso en la sociedad terrena.
En el logro de esta perfección empeñen
los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a
fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo
en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de
Dios y al servicio del prójimo. Así, la santidad del Pueblo de Dios producirá
abundantes frutos, como brillantemente lo demuestra la historia de la Iglesia
con la vida de tantos santos.
Pausa para la reflexión personal.
Ave María.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo.
Virgen del Valle.( Ruega por notros y
por los de esta comunidad.)
Oración a la Virgen
María, Madre del Pueblo, esperanza nuestra,
hermosa Virgen del Valle, ayúdanos a renovar nuestra fe y nuestra alegría
cristiana.
Tú que al pie de la cruz te mantuviste firme, y
viviste el alegre consuelo de la resurrección, enséñanos a ser fuertes en las
dificultades y a caminar como resucitados. Tú que eres signo de una nueva
humanidad, impúlsanos a ser promotores de amistad social y a estar cerca de los
débiles y necesitados.