A lo largo de 800 años de historia, dos grandes figuras bíblicas han servido de inspiración a los Carmelitas. Elías, el profeta de fuego del Monte Carmelo, y María, la madre de Jesús. Ambos han ayudado a las comunidades Carmelitas en su intento por llegar a ser contemplativas-activas, orantes-proféticas, y reflexivas-apostólicas.
Elías y María, como modelos humanos, sintieron miedo cuando se cuestionaron así mismos cuál sería el mejor camino a seguir en sus vidas, al igual que nosotros, también tuvieron que enfrentar preguntas difíciles y se vieron afectados por las decisiones que tomaron.
María como Modelo de Contemplación
En el cauce del Monte Carmelo, los primeros Carmelitas decidieron dedicar su capilla a María, por lo que pronto fueron llamados “Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. Desde la visita del ángel, María atesora la palabra de Dios en su corazón. Su disposición de dejar obrar en su vida al Espíritu de Dios queda de manifiesto en el canto del Magnificat, en donde alaba “la grandeza de Dios” por haber “mirado la humillación de su esclava.” María como fiel seguidora de su hijo es testigo de sus milagros y sufrimientos, y le acompaña hasta el final. El escapulario, una pieza de tela de color marrón que los Carmelitas suelen llevar sobre sus hombros, es un recordatorio visible de que los Carmelitas intentan imitar a María en su total entrega al plan de Dios. Es a través de María donde el Espíritu de Dios inspira a los Carmelitas a seguir adaptándose como a estar abiertos a lo que Dios les está llamando a ser y hacer.
Elías: Una Figura Solitaria
Carmelo –lugar de residencia de los primeros Carmelitas– desafió a su pueblo para que estos eligieran entre Yahvé y Baal al Dios de Israel. De acuerdo con el Primer Libro de los Reyes, Capítulo 18, el sacrificio de Elías fue consumido por el fuego (mientras que el sacrificio de los seguidores de Baal no), demostrando a su pueblo con ello de que Yahvé era el Dios verdadero.
En su compromiso con la obra de Dios, Elías comienza un viaje hacia el Monte Horeb. Durante su trayecto a través del desierto pierde el enfoque como el compromiso adquirido hasta el punto de desearse la muerte. Sin embargo, Dios le animó a continuar con su camino. Es en este momento donde Elías toma conciencia de la presencia de Dios –no en los signos llamativos del fuego o el terremoto, sino más bien, en el signo de una suave brisa. Al concluir su trayecto, Elías fue enviado de vuelta a su pueblo con ánimo renovado. De Elías, los Carmelitas aprendieron a tomar conciencia de la presencia de Dios en lo inesperado y a escuchar en el silencio el susurro de Dios.
Elías dijo: “Vive Dios en cuya presencia yo me encuentro”, y los Carmelitas tratan de seguir sus pasos, reconociendo a Dios en todas las personas que conocen y sirven.
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