Evangelio - Predicador: Pbro. Víctor Tarazona sdb.
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Palabra del Señor
Reflexión: El Padre es el viñador, Jesús la Vid, nosotros los sarmientos
El Buen Padre es el viñador. Dios cuida de sus creaturas los seres humanos con cariño maternal, está atento a cada uno de nosotros, la metáfora que hemos leído el día de hoy nos detalla la actuación cuidadosa del Buen Padre, quien nos atrae hacia su Hijo y se ocupa de nosotros cada día, este cuidado especial está orientado a que demos frutos porque el Buen Padre Dios quiere que demos frutos en abundancia, porque nos ama y nos ha creado buenos para que frutifiquemos.
Sin embargos, los sarmientos pueden asumir dos opciones: o bien damos frutos, o bien dejamos de dar fruto, o los damos “malos”.
De allí dos actuaciones del Buen Padre, si no da frutos, Él los corta. Las ramas que no dan fruto van haciendo bulto, en el sentido que aumenta el follaje, las hojas, pero, para ello, absorben la savia, quitándole la vitalidad a aquellas que sí pueden producir, con ello los frutos, y la calidad de los mismos a nivel general, disminuyen. En otras palabras, el sarmiento que no da frutos va debilitando la comunidad en general.
En cambio, los sarmientos que dan fruto son “podados”, limpiados. De aquí dos reflexiones, en primer lugar, el Buen Padre Dios va limpiando aquellas asperezas en nosotros que no nos permiten relaciones humanas de calidad, aquello que nos distancia de Él y de los demás… la poda es, de esta manera, una reconciliación. En segundo lugar, la poda es un aumento de la exigencia, Dios nos exige que demos más, que no nos conformemos con los frutos, por muy buenos y ricos, que hemos dado, sino que debemos dar nuevos frutos.
La respuesta de los seres humanos. Permanecer. Ante tanto cariño del Buen Padre Dios, estamos exigidos a permanecer en Cristo, pero no es una exigencia que nos coarta o coacciona, nada más lejos de ello, es la disposición a dar frutos. En efecto, una rama que no está unida al tronco, no da frutos… y muere. Permanecer unidos a Jesús es una relación de amor, más allá de un compromiso, es la relación vital de quienes se encuentran con el Señor y reconocen que sólo en Él pueden alcanzar vida y Vida en abundancia.
Frutos. La vida cristiana no se trata de ser buenos, sino de dar frutos. El primer fruto es la oración en una vida comprometida, donde buscamos el advenimiento del Reino de Dios, nuestra petición, nuestra oración se vuelve eficaz… pidan lo que quieran y lo conseguirán (Cf. Jn 15, 7) El segundo fruto es eltestimonio, el discipulado, el que escuchemos al Hijo y hagamos caso a su mensaje para cada uno de nosotros. El tercer fruto es una misión de calidad. No es hacer como si anunciáramos la buena noticia, se trata de vivirla realmente y anunciar con valentía el Evangelio, atrayendo a todos hacia el Hijo.
NOS PODA EL PADRE
Nos poda el Padre, eso dices Tú.
Poda a los que dan fruto, para que den más.
Nos podan los amigos, el grupo, la comunidad,
a través de las relaciones claras y fraternales;
a través de la ayuda, la crítica y la experiencia.
Nos podan cuando ponen en crisis
nuestro estilo de vida y escala de valores;
cuando nos hacen afrontar las incoherencias
y zonas oscuras de nuestro ser.
Algunos se podan a sí mismos para dar más fruto.
Saben decir no a ciertas cosas.
La mayoría de las podas vienen sin buscarlas.
Las trae la vida cuando menos lo esperas;
son podas involuntarias, imprevistas,
a veces duras y dolorosas,
y no siempre las aceptamos como algo positivo.
Involuntaria o voluntaria, a tiempo o a destiempo,
asumida o rechazada,
la poda es el secreto de las personas que se han hecho fuertes,
de los hombres y mujeres que dan fruto,
de quienes tienen vida.
¡Pódanos, Señor! ¡Pódame, Señor!
Ulibarri, Fl.
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