Vivir
alegres
A veces andamos por los caminos
de la vida tristes, ¿para qué esforzarnos si todo parece que nos sale mal? ¿Por
qué todo lo malo me ocurre a mí? Mis problemas parecen ser mayores que los
problemas de los demás. ¿Merece la pena vivir?
Reflexión
La alegría no es cosa fácil. La
alegría nace de la paz interior, de una conciencia tranquila, del deber
cumplido, de un amor verdadero, de una confianza en Dios.
La persona amargada, triste,
desesperanzada de la vida jamás dará testimonio de alegría.
La persona alegre, da testimonio
de Cristo vivo, glorioso, resucitado.
La persona alegre toma como
evangelio de su vida el sermón del monte: Las Bienaventuranzas.
La persona alegre considera los
sufrimientos y enfermedades como gracias de Dios.
La persona alegre tiene su
corazón abierto a la generosidad, a darse a los demás, a aliviar la vida de sus
semejantes, sobre todo si son débiles y están enfermos.
La persona alegre no tiene miedo
a las contrariedades y contratiempos de la vida.
«Una mujer, enferma de cáncer,
había decidido dedicar sus últimos días a conocerse a sí misma.
Escribía: "He comenzado a
ocuparme de los pensamientos que pienso, de los objetos que elijo, de las cosas
que amo, de los libros que leo. Me parece que son un reflejo de mi persona y
que hablan de mí. Así lo he hecho.
Y he conocido una persona
fantástica, a mí misma. Y lo más importante que he aprendido, después de saber
que debía abandonarlo todo, es que la única cosa que poseía de verdad era yo
misma, como soy.
Ahora muero de cáncer, pero nunca
he tenido más vida ni he sido tan feliz como ahora".»
Bruno FERRIERO
Compromiso
¿Aceptas con alegría tu propia
realidad?
¿Tienes la suficiente fuerza
espiritual para vencer las dificultades y vivir la vida con serenidad de
espíritu?¿Te dejas llevar por la apatía, desinterés ante las dificultades o,
por el contrario, te entregas a la actividad?
¿La desesperanza, la tristeza, el
descontento, pueden más en ti que el optimismo y la alegría?
¿Acudes al Señor, fuente de
esperanza y de alegría?
Oración
María:
Madre de Jesús y madre nuestra,
con confianza acudo a ti.
Desearía conseguir tu actitud
ante la vida, para vivirla con alegría y en plenitud.
Que sea siempre agradecido al don
de tu Hijo, para poder servir generosamente a mis hermanos.
Que mi corazón esté abierto y sea
sensible a las necesidades de los que sufren, para que el testimonio de mi vida
les ayude a vivir con plenitud.
Gracias, Madre.
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