domingo, 12 de abril de 2015

Homilia II Domingo de Pascua - La Divina Misericordia 12 de abril del 2015

Lectura Misa del Dia Domingo Abril 12 2015

Predicador: Pbro. Víctor Tarazona SDB.

II DOMINGO DE PASCUA - La Divina Misericordia
Hechos 4, 32-35 - Tenían un solo corazón y una sola alma.

La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.

Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

Del salmo 117, 2-4. 16ab-18. 22-24

R. La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.

Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". Diga la casa de Aarón: "Su misericordia es eterna". Digan los que temen al Señor: "Su misericordia es eterna". R.

La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. Me castigó, me castigó el Señor; pero no me abandonó a la muerte. R.

La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. Este es el día del triunfo del Señor, día de júbilo y de gozo. R.

San Juan 5, 1-6

Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo.

Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Mesías, ha nacido de Dios. Todo el que ama a un padre, ama también a los hijos de éste. Conocemos que amamos a los hijos de Dios, en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos, pues el amor de Dios consiste en que cumplamos sus preceptos. Y sus mandamientos no son pesados, porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y nuestra fe es la que nos ha dado la victoria sobre el mundo. Porque, ¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios. Jesucristo es el que se manifestó por medio del agua y de la sangre; él vino, no sólo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

San Juan 20, 19-31

Ocho días después, se les apareció Jesús.

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto".
Otras muchas señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.


Reflexión: La manera de vivir plenamente es reconciliados

El Señor quiere que tengamos vida, y vida en abundancia. Vivir, no “sobrevivir”, ni “subvivir”, sino VIVIR, en mayúscula, viviendo plenamente lo que el Buen Padre Dios ha hecho por nosotros, lo que Cristo ha hecho por nosotros, lo que el Espíritu ha hecho por nosotros. Esta experiencia de vida, este vivir plenamente, hoy la contemplamos en la misericordia de Dios. Misericordia generosa, que lo llena todo. Misericordia que tiene su punto esplendoroso en la Cruz y en la Resurrección. Misericordia que es reconciliación.

La muerte en Cruz es un “morir reconciliando”

Resuenan en nuestros corazones las palabras de Jesús en la cruz: Padre, perdónalos.Jesús muere en la Cruz perdonando. Perdonando a aquél que le ha traicionado, abandonado, negado, crucificado. No perdonando a extraños (aunque para Dios no hay extraños), sino a los suyos, puesto que éstos son quienes le han crucificado, negado, abandonado, traicionado.  Esto, de por sí, ya es maravilloso. Pero aún más maravilloso aún es que el Resucitado, Cristo Glorioso, se presenta a los suyos en esta actitud de reconciliación. La presencia del Resucitado no es una presencia acusadora, no es un “miren, he resucitado, ahora yo soy quien manda, se los dije, ahora van a saber lo que es bueno”. Jesús está presente en nuestra comunidad, reunida de modo especial cada domingo, recordándonos su amor, haciéndonos recuperar la paz.

La Resurrección es una invitación a la reconciliación

El fruto de la presencia del Resucitado en nuestra comunidad, que nos regala su Espíritu, es la reconciliación. El perdón de los pecados. Si el Señor no nos acusa, si Él nos devuelve la paz, mostrándonos sus manos, las heridas de sus manos, y su costado, las heridas de su costado, insisto, no como un echar en cara, sino como una gratuidad de misericordia, de reconciliación, diríamos como una medicina sanadora de nuestros odios, miedos, fantasmas, entonces, nosotros no podemos vivir una existencia de temor, de paranoia, sino de gozosa esperanza. Y esta esperanzas, este gozo, esta alegría, nos lleva a una existencia reconciliada con Dios y con los demás.

La reconciliación una experiencia de confianza en Dios

La vivencia del encuentro con el Resucitado es un camino de crecimiento en la fe. El paso de una comunidad encerrada por miedo, a una comunidad que vive la alegría, que perdona, que cree y que da testimonio. Esto es lo que nos da vida, no cualquier tipo de vida, sino aquella que nos regala el Señor, su misma vida divina. 


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